El domingo 5 de octubre celebramos el Día de las Aves recorriendo los amplios horizontes de la Mancha toledana, un territorio donde el cielo parece no tener fin y las aves dibujan sobre él su danza milenaria. Fue una jornada de observación, aprendizaje y disfrute en plena naturaleza, guiada por la curiosidad y el respeto hacia un paisaje tan frágil como valioso.
La llanura manchega, tierra de horizontes
Comenzamos nuestra ruta en las inmediaciones de Villacañas, en pleno corazón de la Mancha húmeda, un espacio donde se alternan lagunas endorreicas, cultivos cerealistas y pequeños pastizales que conforman un mosaico ecológico de gran riqueza. Este ecosistema, modelado durante siglos por el viento y el trabajo humano, sigue siendo refugio de numerosas especies esteparias que encuentran aquí alimento y cobijo.
La luz del amanecer bañaba los campos cuando hicimos nuestra primera parada. El aire fresco traía el vuelo pausado de los milanos reales, mientras en la distancia un águila imperial ibérica —símbolo de nuestros cielos— sobrevolaba las llanuras buscando presas.
Encuentros con las aves del llano
A lo largo de la mañana, pudimos disfrutar de una auténtica lección de biodiversidad. En las zonas abiertas, las avutardas —las grandes damas de la estepa— se movían con elegancia entre los rastrojos, acompañadas de sisones y cogujadas comunes. En los lindes y majanos aparecían especies más discretas: trigueros, calandrias, tarabillas y collalbas, cada una aportando su nota al coro del campo.
Sobre los cielos despejados planeaban también las grandes rapaces: águila real, águila imperial, milano real y algún cernícalo, recordándonos que estas tierras siguen siendo un bastión para la avifauna ibérica. Cerca de una laguna observamos además chovas piquirrojas.
Paisajes vivos, ecosistemas en equilibrio
La Mancha toledana, pese a su apariencia austera, es un ecosistema extraordinariamente diverso. Las lagunas salinas de la zona —como la de Tírez o la de Peña Hueca— son puntos de paso vitales para aves migratorias y hábitat de especies adaptadas a condiciones extremas, mientras que los campos de cereal y barbecho ofrecen alimento y refugio a numerosas especies esteparias.
Durante las paradas, hablamos de la importancia de conservar estos entornos, de cómo la agricultura sostenible y la gestión adecuada del territorio pueden mantener el delicado equilibrio que sustenta esta vida invisible pero esencial.
Una jornada para recordar
La ruta transcurrió entre charlas, prismáticos compartidos y la emoción de cada nuevo avistamiento. Fue un día luminoso, lleno de descubrimientos, en el que la naturaleza volvió a mostrarnos su generosidad.
Regresamos al mediodía con la memoria llena de vuelos y cantos, convencidos de que conocer es la mejor forma de proteger. La Mancha, con su luz inmensa y sus aves majestuosas, nos recordó una vez más que no hace falta ir lejos para sentir la grandeza de lo natural: basta con mirar al cielo y dejarse sorprender.






