Durante los meses de junio y julio de 2025, celebramos tres talleres prácticos dedicados a la alimentación de vencejos, abiertos a todos los voluntarios y voluntarias que forman parte de la Red de Vencejos de Toledo.
La primera sesión tuvo lugar el viernes 20 de junio, en el Laboratorio 0.3 del Edificio Sabatini, en la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de la Universidad de Castilla-La Mancha. La segunda cita fue el miércoles 25 de junio, por la tarde, y la tercera, el 9 de julio, ya al borde de la canícula, ambas en el Laboratorio 11.1 del Edificio 11 de la misma facultad. En cada uno de esos encuentros hubo emoción, expectación y una entrega absoluta por parte de quienes vinieron a aprender, ayudar y compartir.
Nos quedamos sin palabras ante la respuesta de la comunidad. Familias enteras se acercaron con el deseo sincero de contribuir, de hacer algo concreto y útil. Y lo hicieron con una generosidad conmovedora. Los niños y niñas, en particular, nos sorprendieron con su sensibilidad, con su entusiasmo, con esa forma limpia que tienen de cuidar sin esperar nada a cambio. Fue un espectáculo delicado, el ver cómo, entre manos pequeñas y manos adultas, se pasaban jeringuillas, recipientes con insectos.
Gracias a la experiencia y sabiduría de nuestros voluntarios y voluntarias más veteranos, muchas personas aprendieron a cuidar a estos frágiles pájaros. Se llevaron a casa a los vencejos rescatados y con ellos, la responsabilidad y el privilegio de acompañarlos hasta que estén listos para regresar al cielo. En total, este año hemos rescatado más de 450 vencejos. Cada uno de ellos representa una historia de supervivencia, una vida que estuvo a punto de perderse y que, gracias a este esfuerzo común, seguirá surcando los cielos de nuestra ciudad.
Los vencejos, como tantas otras aves insectívoras, cumplen una función esencial en nuestros ecosistemas. Controlan las poblaciones de insectos, participan en los delicados equilibrios naturales y, sobre todo, nos enseñan con su presencia que la biodiversidad no es un lujo, sino una necesidad. Protegerlos es protegernos.
El voluntariado ambiental es, más que una herramienta, una forma de vida. Implica poner el cuerpo, el tiempo y el corazón al servicio de lo que no tiene voz, pero sí derecho a existir. Este verano nos ha recordado cuánto se puede lograr cuando muchas personas se unen por una causa común. Sin embargo, esto no termina aquí. Este otoño retomaremos nuestras actividades de repoblación forestal y necesitaremos nuevas manos, nuevas energías, nuevos compromisos. La tierra espera, las raíces esperan, y el futuro también.
Gracias a todas las personas que habéis formado parte de esta red invisible pero poderosa. Habéis salvado vidas. Habéis sembrado esperanza.






